Los aerosoles atmosféricos, y con ellos los microplásticos, son capaces de recorrer largas distancias y afectar a regiones tan remotas como la Antártida.
Cada vez se consume más plástico, un material no biodegradable y con menor reciclabilidad que otros. Durante su producción, su uso o incluso su lenta degradación, se generan microplásticos. Tan pequeños que es difícil eliminarlos en las plantas de tratamiento, por lo que muchas de estas partículas terminan en mares y océanos. También contaminan los suelos, ya que los microplásticos filtrados en esas plantas se eliminan en forma de lodos que se utilizan como fertilizantes. Así, acaban en los cultivos y, finalmente, en nuestros alimentos.
Los aerosoles atmosféricos, y con ellos los microplásticos, son capaces de recorrer largas distancias y afectar a regiones tan remotas como la Antártida. Esta zona, que actúa como termostato global y es uno de los principales entornos vírgenes y aislados de la Tierra, ya se está viendo afectada por la contaminación de estos materiales. Muchos de estos microplásticos pueden aparecer en la atmósfera, que es el centro de interés de la investigación del grupo Química y Medio Ambiente de la Universidad de Zaragoza.